Este trabajo surge como parte del proceso de lectura de la realidad comunitaria con foco en lo institucional correspondiente al primer semestre del primer año de la Residencia de Psicología Comunitaria. La misma fue co-construida con compañerxs de la institución y en espacios de formación y covisión de la Residencia. Entiendo a esta lectura como una construcción social, que se constituye como proceso, de carácter contradictorio, dinámico y complejo. De esta manera, este trabajo en sí mismo se constituye como una línea de sentido que, a partir de su desarrollo, busca constituirse en herramienta para que esta lectura de la realidad habilite la apertura a otras nuevas y a las posibles significaciones y prácticas que puedan generar.
De acuerdo a Cornelius Castoriadis (1986) la dimensión imaginaria de la sociedad se constituye como un magma de significaciones en continuo movimiento, el imaginario social, donde se encuentran en permanente conflicto diferentes sentidos. Así, lo que mantendría unida a una sociedad es ese magma, a partir del cual se generan determinadas prácticas y se construyen individuos sociales. Estos últimos reproducen las significaciones y las prácticas que sostienen y dan identidad a esa sociedad. Es como generador de prácticas y de subjetividades que me interesa pensar sobre los imaginarios y líneas de sentido que circulan en el Centro de Salud.
A partir de mis primeros acercamientos a la institución, empecé a pensar en el funcionamiento del equipo y a generar preguntas. Esto me produjo cierta inquietud por ser mi inserción incipiente. Uno de los emergentes con que me encontré en esta primera etapa del proceso investigativo se refiere a una manera de transitar los conflictos que atraviesa la institución, encontrando momentos en que los mismos tienden a negarse, ocultarse o tratarse de una manera indirecta, así como otros en que aquellos pueden hablarse.
Los imaginarios y prácticas respecto de aspectos como la autoridad, los roles, la circulación del poder y la toma de decisiones son centrales en el funcionamiento del Centro de Salud por cuanto determinan prácticas y modos de abordar las situaciones que se dan en el mismo, así como su forma de inserción en la comunidad. Por este motivo, me parece interesante tener en cuenta el conflicto en torno a estos puntos para pensar(nos) y considero relevante el hecho de que se puedan poner en palabras en un espacio común a todxs lxs integrantes del Centro de Salud. El mismo, si bien tiene algo de incomodidad, de malestar, constituye al mismo tiempo una potencialidad en el sentido de que implica el reconocimiento de unx otrx como diferente, al tiempo que enfrentar eso diferente nos permite profundizar el vínculo con otrxs. El conflicto, y la contradicción que implica, constituye de esta forma un motor. Las resistencias que operan de esta manera, como poder y contrapoderes que se oponen, abren diversas líneas de sentido en juego en cada una de las posturas, con sus efectos potenciadores en el deseo, el saber y las prácticas que se desarrollen a partir de ellas (Ferullo de Parajon; 2006).
Al mismo tiempo, el equipo de este Centro de Salud me traslada a diferentes momentos y espacios en los que se comparten diversos aspectos de la vida cotidiana. En los mismos, se da una escucha y un acompañamiento entre unxs y otrxs que me llevó a pensar en algo de la institución de la ternura circulando en la institución. Este término es conceptualizado por Fernando Ulloa (1995) en contexto de tortura, represión y marginalización en su trabajo ligado a los Derechos Humanos realizado durante la última dictadura cívico-militar. El mismo refiere, respecto del desarrollo infantil, a la ternura parental que viene a humanizar al sujeto que se encuentra en un tiempo de invalidez infantil.
La ternura, siendo de hecho una instancia ética, es inicial renuncia al apoderamiento del infantil sujeto. (…) Es la coartación –el freno- del fin último, fin de descarga, de la pulsión (…) Este límite a la descarga (…) genera dos condiciones (…) propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro adecuado (calor, alimento, arrullo-palabras) y como segundo y fundamental componente el miramiento, mirar con amoroso interés a quien se reconoce como sujeto ajeno y distinto de uno mismo. (Ulloa; 1988; p.3).
Así, la ternura funciona como “motor primerísimo de la cultura”(p.24), que a partir de sus gestos y de ese sostén se forjará el sujeto ético; “es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que (…) habrá de producir memoria que no hace recuerdos pero sí el alma”(p.241). Esto es lo que permite que el niñx se sienta confiadx de que habrá una respuesta a sus necesidades ajena a él y de que él va a poder demandarla y obtenerla (Ulloa; 1995). Es base y motor de los procesos de subjetivación, prioritarios ante contextos de ruptura del lazo social por retroceso del Estado frente a sus funciones. Al extrapolarlo a las instituciones se refiere fundamentalmente al “buen trato, como escudo protector ante las violencias inevitables del vivir” que permite hacer frente a los procesos de desubjetivación propios de estos momentos históricos. (Ulloa; 1995; p.241). En este sentido, podríamos pensar que en el Centro de Salud hay cierto acompañamiento en lo que cada unx pueda necesitar de acuerdo al momento que esté transitando, que me refiere a la dimensión de cuidado humanizante que implica la ternura, el buen trato, a estas garantías de que habrá alguien que responda ante una necesidad, la presencia de empatía y miramiento. Esto también podría verse en función de la relación de lxs integrantes del equipo con lxs usuarixs del Centro de Salud, donde más allá de diferentes limitaciones de infraestructura y de recursos, lxs primerxs sostienen prácticas de cuidado, canalizando desde la gestión de recursos y operando mientras tanto como se puede.
Por otra parte, la habilitación del pensamiento que genera la ternura, como cuidado y como marco de garantías de una trama vincular que sostiene, crea las condiciones de posibilidad para generar espacios de encuentro al decir de Barrault (2007). Los mismos refieren a la construcción de espacios de posibilidad del establecimiento de múltiples vínculos. Espacios de existencia, de posibilidad de encuentro, de modos de mutualidad, tramitación de conflictos, aprendizaje, complejización e historización de la relación, de transformación y sostenimiento múltiple de la subjetividad. (p.1)
Estos espacios se caracterizan por la “potencia de suspender”, que implica la posibilidad de creación, permitiéndonos responder desde lugares diversos a las lógicas hegemónicas, pudiendo detenernos a compartir un momento más allá de la lógica de “el tiempo es oro” del capitalismo. Implica la facilitación de un “movimiento histórico, de memoria, de resignificación y construcción permanente sobre las situaciones” (p.2). Todos estos movimientos en la institución podrían habilitar la irrupción de nuevos organizadores de sentido que posibiliten la transformación, agenciando lógicas instituyentes en el Centro de Salud. (Castoriadis; 1986)
Por otra parte, podemos pensar el Centro de Salud atravesado por imaginarios sociales, entendidos estos como magma a partir del cual se generan determinadas prácticas y se construyen individuos sociales, que a su vez reproducen las significaciones y las prácticas que sostienen y dan identidad a la sociedad. Así, por un lado, puede reconocerse un imaginario social efectivo o instituido, que se caracteriza por ser ordenador de sentido, otorgando y reproduciendo las significaciones que sustentan las acciones y la subjetividad de una determinada sociedad. Por otro lado, puede encontrarse un imaginario social radical o instituyente, que se caracteriza por la génesis de sentido, por producir, inventar, nuevas significaciones que transforman lo socialmente instituido, generando acciones totalmente nuevas para esa sociedad. Ambos imaginarios se encuentran en continuo movimiento, en estado de autoalteración permanente, generando nuevas significaciones dentro de su propio universo de sentido, ya sea este instituido o instituyente (Castoriadis, C.; 1986) (Fernandez, A. M.; 2007).
Ante las lógicas verticalistas de (no) circulación del poder, los mandatos de lo instituido del sistema de salud, los atravesamientos que traemos cada unx de lxs integrantes del equipo, los aspectos que impiden el diálogo en los diferentes espacios, ¿de qué manera podríamos habilitar lógicas instituyentes ante la fuerza de este instituido? ¿Qué condiciones necesitaríamos para las mismas?
Podríamos pensar, como una de tantas posibles respuestas a estas preguntas, en los espacios de encuentro desarrollados por Barrault caracterizados por la “potencia de suspender”. Recordemos que esta habilita la creación, permitiéndonos responder desde lugares diversos a las lógicas hegemónicas, con lo cual es una posible vía para agenciar dinámicas instituyentes.
Considero una potencialidad importante, a sostener y fortalecer, las reuniones de equipo como espacio común donde lxs integrantes del Centro de Salud podríamos definir objetivos, lograr acuerdos y trazar estrategias comunes. Al mismo tiempo, podrían permitirnos agenciar los espacios de encuentro que habiliten lo instituyente. En este sentido, son privilegiados para dar lugar a la problematización en la transformación de las circunstancias naturalizadoras y alienadoras. Es por esto que me pregunto, ¿qué elementos operan en la prioridad dada a otras actividades y/o espacios de trabajo frente a las reuniones de equipo? ¿a qué lógicas estamos respondiendo? ¿cómo podríamos dar lugar a una mayor periodicidad de las reuniones sostenida en el tiempo? ¿qué lógicas nuevas podríamos habilitar en las mismas? ¿qué lugar podemos darle al diálogo? ¿qué líneas de sentido podríamos poner en juego en este proceso? ¿cómo influiría esto en el nosotrxs como equipo y en las prácticas que sostenemos como tal? ¿cómo podríamos canalizar los conflictos, de manera que se constituyan en motor habilitante de nuevos sentidos y prácticas?
Por último, pienso en la institución de la ternura como una potencialidad esencial, que constituye la base que asegura el marco de garantías de una trama vincular que sostiene, habilitando la “potencia de suspender”. Desde esta podrían posibilitarse “contextos de curiosidad” (Fuks, S., 2007, p.15) que permitirían poner en cuestión las certezas y verdades, pensando otros modos de acercamiento a la realidad y agenciando de esta manera las dinámicas instituyentes. ¿Cómo fortalecer la institución de la ternura, este cuidado humanizante que se da por momentos en el Centro de Salud? ¿Qué espacios de encuentro podríamos crear en función de lo planteado? ¿Qué lugar podríamos darle al diálogo en los mismos? ¿Qué líneas de sentido podríamos abrir en ellos?
Fuente. http://repsicom.wixsite.com/blog-repsicom/single-post/2018/03/19/DEL-CONFLICTO-Y-LA-TERNURA